ENTREVISTA DRA. MÓNICA KURTIS
En el dinámico mundo de los eventos corporativos, contar con ponentes capaces de inspirar y conectar con la audiencia desde el conocimiento y la experiencia es clave para marcar la diferencia. Hoy entrevistamos a la Dra. Mónica Kurtis, neuróloga, divulgadora científica y autora del libro “Potencia tu creatividad de la mano de la neurociencia”. Su enfoque riguroso pero accesible sobre cómo funciona nuestro cerebro nos invita a descubrir el enorme potencial que todos tenemos para desarrollar habilidades como la creatividad o la resiliencia, tanto en lo personal como en lo profesional. En esta conversación, nos acercamos a su trayectoria y a las ideas que comparte en sus conferencias, cada vez más solicitadas en empresas, congresos y foros de liderazgo.

¿Qué te llevó a combinar la Medicina con la divulgación científica y las conferencias?
En la consulta médica, hay una parte muy importante de explicación del diagnóstico y de educación al paciente y a su entorno. Para el paciente, conocer su enfermedad a fondo, le ayuda a explicarse muchas cosas y le empodera para manejar mejor sus síntomas. A diario veo el impacto tan positivo que tiene el conocer cómo funciona el cerebro en cómo se vive con una enfermedad. ¿Por qué no trasladar este “poder” a todo el mundo? Estamos viviendo momentos emocionantes en la investigación neurocientífica y me parece importante compartir nuestros descubrimientos porque estoy convencida de que conocer cómo funciona el sistema nervioso que regula absolutamente todo lo que hacemos, desde cómo nos movemos a lo que pensamos o sentimos, nos ayuda a ser más humanos y a desarrollar todo nuestro potencial. Esta labor es especialmente importante en nuestra época, donde la inteligencia artificial cuestiona nuestra visión humanista del mundo.
¿Qué piensas del papel de la inteligencia artificial en la ciencia? O algo así…
Es una realidad que la IA nos está ayudando en muchos campos de la medicina y bien utilizada puede democratizar mucho el acceso a profesionales expertos y mejorar la eficiencia de los recursos. Mi grupo de investigación está involucrado en un gran proyecto europeo que aplica la IA a la enfermedad de Parkinson para poder realizar un diagnóstico temprano y monitorizar el curso de la enfermedad. Para los que nos dedicamos a enfermedades neurodegenerativas donde cada paciente es un mundo y precisamente por este motivo es tan difícil encontrar tratamientos eficaces, la IA nos está ayudando a poner orden en un maremágnum de big data y estudiar a poblaciones más homogéneas para encontrar tratamientos personalizados. La IA se mueve rápido y requiere que se legisle de forma dinámica y eficaz para asegurar que esta al servicio del paciente y cumple todos los criterios éticos establecidos.
En tu libro Potencia tu creatividad de la mano de la neurociencia, afirmas que la creatividad es una capacidad cerebral que todos podemos desarrollar. ¿Podrías explicarnos brevemente cómo funciona este proceso en el cerebro?
Voy a empezar por definir creatividad para asegurarme que estamos todos acompasados ya que muchos piensan en la creatividad como expresión artística. En neurociencia la creatividad se define como el proceso cerebral por el que damos soluciones originales a problemas complejos. Como todos tenemos problemas, es una capacidad cerebral de gran valor en la esfera profesional y personal.
Gracias a la neuroimagen y a la neurofisiología moderna, hoy sabemos que el funcionamiento de nuestro cerebro se basa en redes neuronales. Al hablar, al organizar, al leer esta entrevista… se “iluminan” muchas partes de nuestro cerebro que trabajan en conjunto. Si nos imaginamos un mapa de metro: con una línea gris, otra verde, otra azul etc. Cada línea se parecerá a una red cerebral que conecta un sitio del cerebro con otro. Cada línea tiene sus intercambiadores más importantes que en nuestro cerebro se llaman hubs o centros neurálgicos. En el proceso creativo hay dos redes muy importantes que están en continua interacción: La red por defecto que se activa cuando aparentemente no estamos pensando en nada, por ejemplo, en la ducha o en el coche cuando pones el piloto automático. Son esos momentos los que la mente aprovecha para divagar de un sitio a otro… y de repente, ¡Eureka! te viene a la cabeza la idea que soluciona un problema que tenías entre manos. Quizás hayas tenido experiencia de algo así. Aquí es cuando se pone en marcha, la red ejecutiva que te permite organizar, planificar y centrar tu atención para que esa idea se materialice y pueda llegar a buen puerto. Estas redes están en continua interacción durante el proceso creativo, una se enciende y otra se apaga, para que las ideas surjan, se desarrollen, se sumen, se les dé una vuelta de tuerca más… como piezas de legos van construyendo un proyecto.
¿Qué mitos comunes sobre la creatividad te gustaría desmentir desde la perspectiva de la neurociencia?
El primer mito es pensar que la creatividad pertenece a unos cuantos privilegiados cuando en realidad es una capacidad humana al alcance de todos. Hay otro mito muy extendido que es el del “genio loco” que parece aunar la excentricidad con la creatividad. Lo que sabemos es que hay algunos trastornos mentales como el síndrome bipolar o la esquizofrenia se asocian a una alta creatividad, posiblemente por un sustrato genético compartido. También se ha dicho que los zurdos son más creativos, basándose en ideas decimonónicas de que el hemisferio cerebral derecho está más relacionado con la creatividad. Hoy sabemos que posiblemente las personas ambidiestras son más creativas porque las conexiones entre sus dos hemisferios son muy potentes, lo que favorece la activación de las redes cerebrales que hemos comentado antes y abarcan todo el cerebro.
¿Podrías compartir con nuestros lectores alguna sencilla técnica o ejercicio práctico basado en la neurociencia para potenciar la creatividad en el entorno laboral?
Gracias a la plasticidad cerebral es un hecho bien demostrado que la creatividad es una capacidad que podemos desarrollar y potenciar. Mi primer consejo es confiar en la ciencia y en lo que está demostrado, ya que muchos piensan que puede ser cierto, pero “no en mi caso”. Algunos consejos:
Planifícate según tus biorritmos. Los momentos de más energía, pueden ser las primeras horas del día o a medio mañana (cada uno se conoce), son los mejores para aplicar la red ejecutiva: concentrarse, organizar, escribir, desarrollar propuestas. Los momentos de más cansancio y bajón energético donde se nos cuela la red por defecto, son buenos para hacer tormenta de ideas y darte un paseo y dejar que la mente divague. Hay estudios que afirman que tenemos más ideas después de caminar 10 min que mirando al techo. Incluso existen cintas de caminar con escritorios para escribir mientras caminas. Esta más que demostrado que el ejercicio físico aumento el riego sanguíneo y la secreción de neurotransmisores que mejoran nuestra creatividad.
Escoge buenos mentores. Igual que muchos artistas entrenaron su pincel copiando, tu puedes entrenarte en la forma de trabajar “copiando” a alguien que admiras. Es una forma de meterte en su cabeza y ver el mundo a través de sus ojos. Por ejemplo, si te gusta el estilo de liderazgo de alguien (puede ser próximo o le has observado en la distancia) imítale en tu ámbito. Es una forma de empezar hasta que vayas encontrando tu propio “voz”.
Haz mindfulness. Hay muchos estudios que avalan que el mindfulness potencia nuestra flexibilidad mental que nos permite cambiar nuestro foco de atención de un sitio a otro y potencia la creatividad.
Alterna tareas. Pasa de trabajos más rutinarios a cosas que sean más exigentes o requieran creatividad, según la pauta que tu veas, posiblemente 20 minutos para cada una, no mucho más. Hay estudios que demuestran que alternar tareas nos ayuda a mantener la atención y lo que haces en un proyecto puede ser inspiración para otro que aparentemente no tiene nada que ver… cuanto más remota sea la conexión, más creativa la idea.
¿Cómo puede la comprensión del funcionamiento cerebral mejorar la toma de decisiones y el liderazgo en las organizaciones?
Tomamos decisiones continua y básicamente tenemos dos formas de hacerlo como bien explico Kahneman. El sistema de “think fast” es rápido, automática e intuitivo; y el sistema “think fast” para por nuestra corteza prefrontal que es la verdadera Directora General de nuestro cerebro y es pausada, analítica y requiere esfuerzo. Ambas son válidas pero es importante ser consciente de que sistema has utilizado a la hora de tomar una decisión, porque el primero ahorra energía, pero tiene más sesgos, marcados por sentimientos o experiencias previas.
Cara al liderazgo, es muy útil saber cómo funciona el cerebro para sacar lo mejor de tu equipo. Saber que nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir y por tanto el sistema de amenaza está muy desarrollado, por ejemplo nos ayuda a entender que nos estresemos con relativa facilidad (entorpeciendo la corteza prefrontal y la toma decisiones meditadas) y que un comentario negativo pesa mucho más que uno positivo. Nuestro cerebro piensa en patrones establecidos que ahorran energía pero matan la creatividad y hay que re-entrenar al cerebro para no caer en lo habitual. El multi-tasking no existe pero la flexibilidad mental y la atención son dos armas muy potentes que podemos desarrollar para ser más eficaces. Conocer nuestro sistema dopaminérgico de recompensa, cómo funciona la motivación y las emociones, la importancia de la conexión social… todo ello nos ayuda a entender mejor al otro y saber qué necesita en cada momento de su líder.
¿Podrías compartir algún ejemplo de cómo la neurociencia ha sido aplicada con éxito en entornos empresariales para mejorar el rendimiento o el bienestar de los equipos?
Muchas compañías están incorporando el reconocimiento y agradecimiento público en el entorno laboral, mediante plataformas digitales en tiempo real o con métodos más tradicionales como newsletters… es un ejemplo de cómo aplicar nuestros conocimientos sobre el sistema de recompensa cerebral y que nos motiva a las personas. Los resultados apuntan a mejoras en productividad y menos absentismo. El feedback frecuente y positivo (cuando es honesto, claro) es otra forma de aprovechar este sistema a nuestro favor y aumentar los niveles de dopamina y noradrenalina.
Has participado en proyectos internacionales, como el «proyecto Ecuador» de Neurología. ¿Qué aprendizajes te llevaste de estas experiencias y cómo han influido en tu labor divulgativa?
Sí, ir al terreno te da la oportunidad de abrir los ojos y la mente a otras realidades y hay que aprovecharla. He estado en Guayaquil y en Camerún, formando a neurólogos locales en mi especialidad que son los trastornos del movimiento (Parkinson, temblor y distonía entre otros). Lo primero que me viene a la cabeza es la admiración por mis colegas que atienden a pacientes con escasos recursos tecnológicos y donde la disponibilidad de fármacos es limitada. Para que os hagáis una idea, en Camerún hay un neurólogo por cada millón de habitantes. En ambos sitios, ví que la labor educativa del personal sanitario es importantísima para prevenir problemas neurológicos, desmentir bulos (como que la epilepsia deriva de los malos espíritus) y compatibilizar la medicina tradicional con la que nosotros conocemos. En nuestro medio, donde nos abruma la información y es tan difícil saber qué es válido y qué no lo es, la divulgación responsable y fiel a la verdad también es muy importante.
¿Qué mensaje final te gustaría transmitir a nuestros lectores sobre el potencial que todos tenemos para mejorar nuestra vida comprendiendo mejor nuestro cerebro?
Los humanos somos seres bio-psico-sociales. Aprender en qué consiste y cómo funciona nuestra parte biológica, la que subyace nuestra capacidad para crear, tomar decisiones, desarrollar actitudes, fomentar comportamientos o ser resilientes, nos permite, no solo entendernos mejor sino cambiarnos para mejor. Al aprender cualquier cosa nueva, a conducir por ejemplo, tenemos que pensar en cada paso: encender el motor, pisar el pedal, meter la marcha con la palanca de cambios… En nuestro cerebro se activan neuronas de forma secuencial en cada paso: en la corteza sensorial motora, en el área motora suplementaria que planifica las acciones, en la corteza prefrontal que centra nuestra atención. Conforme vamos repitiendo la tarea de conducir, las neuronas necesarias para la acción se activan y establecen conexiones entre ellas, formando una red neuronal. Esto es lo que hace que conducir ya no sea algo que tenemos que desengranar paso a paso, sino que, con un solo click al interruptor de “conducir”, la red neuronal establecida que se hace cada vez más rápida y potente con la experiencia se activa y conducimos de forma automática. Todos tenemos experiencia de esto al aprender cualquier comportamiento motor: sea conducir, montar en bicicleta o tocar el violín. También tenemos experiencia de lo difícil que es corregir “malos hábitos” una vez establecidos… ese swing que no se abre lo suficiente, esas muñecas hiperflexionadas sobre el teclado.
A la hora de tomar decisiones o enfrentarnos a un problema, nos pasa parecido. Tendemos a seguir patrones establecidos porque tenemos redes cerebrales que se han grabado a fuego en nuestro cerebro y se activan. Esta forma de funcionar es altamente eficiente ya que es eficaz y ahorra energía. Pero hay veces que lo que hemos hecho siempre, lo aprendido y establecido, no funciona, bien porque es un mal habito, bien porque el problema es de una estirpe diferente… el caso es que tendremos que inhibir nuestra respuesta automática para cambiar nuestra forma de pensar y encontrar una mejor solución. La red cerebral establecida se va a iluminar si o si, y tenemos que conscientes para poder anularla y permitir que otras neuronas se activen y creen otra red. Poco a poco, iremos labrando una nueva red y la red automática irá mitigando su fuerza y por tanto su poder sobre nuestro comportamiento. Como decía Ramon y Cajal, uno de los padres de la neurociencia, “todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”.
Agradecemos a la Dra. Mónica Kurtis su generosidad al compartir su conocimiento y su pasión por acercar la Neurociencia a la vida cotidiana y al ámbito profesional. Su visión, basada en evidencia científica pero profundamente humana, nos recuerda que comprender cómo funciona nuestro cerebro es una herramienta poderosa para crecer, liderar mejor y vivir con mayor plenitud.
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